Volvemos de Barcelona, de un retiro maravilloso
Montserrat ha sido una gran anfitriona, acogiéndonos, acompañando e impulsando cada jornada.
La belleza, la dulzura expresada en cada mirada, en cada rincón, sirvió de vehículo, conduciéndonos por cada sala de los templos de Isis, a través del color del vestuario, el sonido, el aroma.
El amor se alojó en cada detalle y se hizo sonido en mi voz, desde donde los seres que nos acompañaban fueron acunados, acogidos, sanados.
Me llevo la inmensa belleza de cada persona que me ha permitido ver su florecer.
Me llevo la vibración instalada en mi espíritu y en mi piel, de cada escalofrío, en la iniciación después de cada sala.
De cómo el agua se convirtió en nieve mientras activábamos en nosotras la pureza. De cómo Montserrat nos hizo un guiño enseñándonos los vórtices de energía que guardaba y que permitieron el despertar de nuestros centros superiores. Con tal orden, tan poco a poco que todos, todos pudieron activarlos.
Me llevo el corazón lleno de un amor indescriptible, de un saber los pasos que nos quedan y que en esta dirección, quiero caminarlos todos.
Gracias sería decir muy poco, sería un gesto sutil de reverencia a la creación
A la vida que nos ha guiado y nos ha permitido experimentar un milagro.
Que el cielo y la Tierra se besen eternamente en nuestros cuerpos.
Que despertemos del sueño de la separación.
Que los amantes sagrados se acaricien en nuestro útero-corazón.